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jueves, 3 de enero de 2013

FLOR DE NAVIDAD. RELATO (Cuento de Navidad)


FLOR DE NAVIDAD



Era un 23 de diciembre, el otoño había sido cálido, pero el invierno entró con fuerza y hacía un par de días que el frío se dejaba notar. Un fuerte aguacero sorprendió a Carlos en medio de la nada, en aquella maldita calle de la que no lograba salir, una angosta mal llamada avenida, porque ni iba ni venía a ninguna parte, y larga sí, pero su estrechez le daba aspecto de callejuela. Apresuró su paso al verse sorprendido por la lluvia y llegó al portal donde se cobijó mientras abría.
Se quitó las empapadas ropas y se dio una reconfortante ducha. Mientras entraba en calor al lado de una mísera estufa, no podía quitarse de la cabeza que se aproximaba la navidad. Un año más el mismo dilema, ¿acertaría con el regalo de su amada?
Carlos siempre estuvo económicamente al filo de la navaja y ese año todo se había agudizado con la crisis. No tenía un trabajo fijo, pero nunca le había faltado qué hacer para ganarse el sustento. Aunque claro, su esperanza de boda, se iba posponiendo y cada vez se parecía más a un sueño lejano. Él ya no era tan joven, los treinta se reflejaban en su rostro, ahora más huesudo que hacía unos años. Con aquellas entradas en la frente y su cabello apuntando canas, aparentaba más edad. Desgarbado por naturaleza y descuidado en su aspecto, a veces temía que su novia se cansase de él y llegase a la conclusión de que definitivamente no estaban hechos el uno para el otro.
En su mente permanentemente estaba presente mudarse de aquel ridículo apartamento y poder ofrecerle a Natividad una vivienda digna, algo que cada vez veía más complicado. Aunque lo que más le preocupaba en aquel momento, era si le gustaría su sorpresa. Coincidían su aniversario, el santo de su amada y el día de navidad. Eran tres fechas en una y sólo podía permitirse un único regalo que debería ser grandioso.
Comió algo precocinado mientras veía las noticias. El calorcito que le proporcionaba la estufa le sumergió en un sopor que no pudo controlar y con la cabeza apoyada sobre la mesa, el sueño le venció.
Carlos sabía que a Natividad le encantaban las flores. Desde que era muy pequeña, cuando iba a la casa de campo de su tía, salía al jardín para coger margaritas silvestres de todos los colores y hacer pequeños ramos para adornar el mini jardín de su casa de muñecas. Aquella casita de madera fue el mejor regalo de navidad que recibió durante su infancia. Su abuelo Sebastián la hizo con sus propias manos, un año antes de irse al cielo con su abuela Catalina a la que ella nunca llegó a conocer. Aún la conservaba intacta y después de tantos años, a veces, se quedaba mirándola ilusionada, imaginando colocarla en su lugar definitivo, cuando por fin encontrase esa casa especial que anhelaba fuese su hogar.
Debido a esa pasión por las flores de su amada, Carlos se embarcó en la aventura de comprar unas semillas de una planta, que prometían mágica, a través de internet. Era algo que rozaba lo sobrenatural y que nadie más lograría tener en Europa. Pero aquel que pensaba podía haber sido un fabuloso regalo, le decepcionó. En la maceta en la que sembró las semillas, solamente había nacido una minúscula mata sin mostrar signo alguno de flor.
Mientras se iba sumergiendo cada vez más en un profundo sueño, la televisión seguía su recorrido por la actualidad y en la mente del soñador las noticias se entremezclaban con sus deseos. En algún lugar de Asia, narraba el locutor, ese mismo año volvería a florecer la flor de Jesús, llamada así porque, según las más recientes investigaciones, la última vez que floreció fue cuando nació el Salvador. En su sueño, Carlos fantaseó con que aquella planta era la que en su tiesto no acababa de brotar y de pronto la vio transformarse en una enorme flor que se abría en todo su esplendor. Era muy hermosa, como una gran amapola roja y desprendía un perfume tan especial que estaba convencido de que su amada al verla caería rendida a sus pies.
No sintió nada, no había dolor, sólo aquella extraña y a la vez reconfortante sensación de no querer despertar, de dejarse llevar atrapado por el sueño y abandonar su cuerpo, hasta elevar su alma mucho más allá de esta simple vida terrenal.
Y nada le hizo despertar, ni el estruendo de sirenas, ni el ajetreo de la gente en la entrada del hospital, ni siquiera el médico cuando le decía a Natividad: -Debido a una mala combustión en la estufa de gas, su novio tiene una severa intoxicación por dióxido de carbono, aún no sabemos cómo le habrá podido afectar a nivel cerebral.
Pasaron más de treinta horas hasta que Carlos volvió a abrir los ojos, aún estaba en el hospital y ya era navidad. Junto a la cabecera de su cama su adorada Natividad, le besó en la frente deseándole una feliz navidad. Él casi sin poder hablar la felicitó y se disculpó porque el día de su aniversario y de su santo se viesen envueltos en esa situación. A ella, sin embargo, lo único que le importaba era que él hubiese salvado su vida. Jamás había estado tan cerca de perderle y hasta aquel momento no se había dado cuenta de cuanto le amaba. Aunque siempre había dudado de que Carlos fuese el príncipe azul de sus sueños, ahora todo eso le daba igual. Se sentía feliz sólo porque él vivía, porque estaba allí junto a ella y en sus ojos brillaba esa mirada enamorada que nunca antes le pareció tan profunda.
Con dificultad, Carlos se incorporó en la cama y como una luz cegadora le vino a la mente todo su sueño y tuvo una corazonada. Fue entonces cuando le rogó a su novia que le hiciese el favor de ir a su casa para recoger el regalo que tenía allí para ella. Aunque hasta el momento no había conseguido el resultado deseado, Carlos había mimado a aquella planta casi como si se tratase de su propia amada. Era tanto el cariño que había depositado en ella, tantos los cuidados, que de repente presintió que cuando estuviese por fin en sus manos ocurriría el milagro.
Su novia le dijo que en ese momento los regalos no tenían importancia, el hecho de que Carlos hubiese sobrevivido a aquel incidente era para ella el mejor de los regalos. Sin embargo, fue tan grande la insistencia de su novio que no pudo evitar complacerle. Tras coger su abrigo y comprobar que tenía una copia de las llaves, se dirigió hacia aquel desolado barrio. Después de varios días de lluvia, un luminoso sol se abría paso en la mañana descorriendo la cortina de nubes.
Natividad siempre había estado esperando una señal para decidirse de una vez a compartir su vida con Carlos. Aunque en el fondo él creía que era su situación económica lo que la frenaba, ella siempre le había dicho que era algo más profundo. Para tomar tal decisión necesitaba convencerse de que él era su auténtica alma gemela, el verdadero amor de su vida.
Cuando llegó al apartamento y vio aquella flor, la más bella que jamás hubiese podido imaginar, ya no tuvo dudas. Su deliciosa fragancia había colmado la estancia y le invadió una sensación tan grata, que en aquel instante supo que había encontrado su hogar. El anhídrido carbónico que estuvo a punto de acabar con la vida de Carlos, había hecho florecer lo que con tanto amor él no pudo lograr. Entonces corroboró lo que ya sabía desde el hospital, era él, Carlos, el amado de su alma y era esa, la flor de Jesús, la flor de navidad, la definitiva señal.
Aquel mismo día, tras salir del hospital, anunciaron su boda, cumpliéndose así su sueño y protagonizando los dos su propio cuento de navidad.

Fdo: ALMASISI

JJ Guerra (ALMAVI)
           Carmen Marín (SISIVE)

5 comentarios:

  1. Muy bonito... me pregunto si existe esa flor o es imaginaria

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    1. Hay algo parecido, en parte fue lo que nos inspiró el cuento Mónica.
      Besos.

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  2. ALMASISI,EL CUENTO RELATO ES MAGNIFICO,HE LLEGADO AL FINAL CON GANAS DE MAS,CREO QUE ESO LO DICE TODO,LA POINSETIA MAGICA.LA PLANTA CON MAS DERECHO A SER MAGICA.ORIGINAL.ME HA ENCANTADO.SUERTE AMIGOAS....miguel.

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  3. Chicos, vaya susto que me habéis dado!... Ya vi al pobre Carlos muerto, muerto.
    Muy bien conseguido. ¿Pero es que en esto también vais a ser pareja?.
    Uf, la que se avecina!.

    Me ha encantado, Un abrazo

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  4. Un relato entrañable. Felicidades

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