Cuenta una antigua
leyenda portuguesa que en cierta ocasión un peregrino que se dirigía
a Santiago de Compostela fue acusado injustamente de un crimen y
condenado a morir ahorcado. Para defender su inocencia el hombre
pidió que lo llevaran hasta el juez, el cual celebraba en ese
momento un banquete y se disponía a comer un gallo asado con sus
amigos. El condenado señalando con su dedo el plato donde estaba el
gallo asado dijo a los comensales:
“Mi
inocencia es tan cierta que os aseguro que este gallo cantará si soy
ahorcado”
Todos
los presentes se burlaron de él, sin embargo, ninguno de ellos se
atrevió a comerse el asado y cuando el peregrino fue ahorcado se
produjo el milagro y el gallo asado se puso en pié y cantó
demostrando así su inocencia.
A
veces pienso que haría falta más de un gallo para que la gente
despierte y tome conciencia de como los gobiernos nos manipulan. Ayer
leí un artículo de la BBC acerca de la utilización de la
neurociencia por parte de los políticos para moldear nuestras
decisiones a su conveniencia. Parece como si temiesen que el pan y el
circo que hasta ahora nos vienen ofreciendo deje de hacer su efecto
de adormecimiento. Por si acaso hay que dejar todo bien atado incluso
nuestras neuronas, no vaya a ser que de pronto despertemos y le
arruinemos el negocio a los mercados.
Por
lo visto, en Reino Unido ya existe un equipo que estudia los procesos
cognitivos automáticos que llevan a los ciudadanos a tomar
decisiones a la hora de votar en las elecciones.
Hasta
ahora, en España el mecanismo que más eficacia ha demostrado ha
sido el de hacer creer a los esclavos que todo lo que pasa es por su
propia culpa. Una culpabilidad acentuada por la educación católica
que sigue prevaleciendo en buena parte de la población por mucho que
este país se confiese laico. De este modo entre el capitalismo y la
religión, han conseguido que los propios trabajadores e incluso los
parados se muestren a favor de un sistema que los explota y que
encima se atreve a recortar los servicios sociales.
Por
otra parte como ya mencioné antes, el pan y el circo de toda la vida
sigue funcionando también muy bien para mantener nuestras mentes
distraídas y lograr así una mayor indiferencia hacia la política.
A la vista están los resultados de las recientes elecciones, o bien
se deja de votar o quienes votan lo hacen sin pensar.
Pero
claro todo sería aún más sencillo para ellos si pudiesen dirigir
a su antojo nuestros propios pensamientos como si se tratase de la
programar cerebros electrónicos a través de la ciencia.
En
el artículo de la BBC se deja abierto un interrogante muy
interesante: “Si la ciencia puede ser usada por quienes buscan
moldear nuestras decisiones, ¿puede también ayudarnos a mantener el
control en nuestras manos?” Quizás sí, quizás fuese posible usar
todos esos conocimientos científicos sobre el cerebro y la conducta
a nuestro favor y convertirnos en seres más libres y virtuosos.
Aún
así, mientras tanto, por si la ciencia fallase, yo recurriría a los
sabios consejos de un antiguo filósofo griego considerado un
ciudadano modelo. Me refiero a Sócrates. Ojalá estuviese ahora
entre nosotros este peculiar personaje paseando por nuestras calles y
haciéndole preguntas a todo el mundo para lograr que pensemos por
nosotros mismos.
Al
igual que entonces, hoy día seguimos rodeados de esos sofistas a los
que Sócrates criticaba por no saber distinguir lo justo de lo
injusto y no ocuparse de buscar el bien. Curiosamente esto viene de
antiguo y parece que nada ha cambiado por mucho que se avance en la
ciencia.
En
el año 399 a. d. C., este sabio hombre pasaba por ser enemigo del
régimen democrático ateniense al denunciar el injusto sistema de
mayorías en las votaciones. Lo mismo le sucedería hoy, como le
ocurre a los pocos que se atreven a denunciar nuestra falsa
democracia en las plazas.
El
anciano sabio fue condenado entonces a morir bebiendo la cicuta y sus
últimas palabras fueron que se sacrificase un gallo a Esculapio,
¿quizás se podría equiparar a ese dios griego de la medicina con
la neurociencia actual? No lo sé, sólo sé que no se nada y que por
más tiempo que pase, ni por más gallos que canten, no hay dios que
nos despierte. Lo único que oyen nuestros cerebros dormidos son los
horribles graznidos de las depredadoras gaviotas que siguen creciendo
cada vez más, alimentándose a sus anchas en los vertederos donde va
a parar la basura en la que parece haberse convertido la actividad
pensante de esta sociedad.
Ahora
que la época navideña se hace inminente, hay otras aves que inundan
nuestros hogares. Y yo me atrevería a señalarlas y pedir un deseo
de esos de navidad:
Si
toda la pobre gente que sufre en sus carnes las terribles
consecuencias de la crisis, quedándose sin casas y dentro de poco
sin educación y sin sanidad, si toda esta gente es inocente que por
favor en la cena de navidad se levanten los pavos asados y se pongan
a cantar. Mucho me temo que, aunque su inocencia sea evidente, los
únicos cantos que se escucharán esa noche serán como siempre los
de la misa del gallo. Aún así que por pedir no quede...
Ojalá
la realización de mi deseo tuviese la misma fuerza y seguridad que
la que tuvo aquel peregrino al señalar al gallo de Portugal.
Carmen Marín.
Carmen Marín.
Muy interesante y acertado. Sobre la manipulacion, que es un tema que por lo visto nos interesa a todos, especialñmente en estos tiempos, te recomiendo una entrada del blog DACTYLOTECA, cuyo enlace encontraras en el mío. Habla de algo parecido. Un abrazo.
ResponderEliminarUn tema para reflexionar, muy bien llevado,y pienso tristemente como tu, que los únicos cantos que han de oírse serán los de la misa del gallo...
ResponderEliminarLa verdad que hay que reflexiona de tantas cosas
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